“… porque sos, mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos …” (Mario Benedetti)
Se acercaba el momento de la despedida, justo cuando el reloj se convierte en nuestro enemigo, el momento en que combatimos con el tiempo y le ganamos unos minutos, los alargamos, nos adueñamos de ellos para que nuestras bocas se vuelvan locas de besos, para que nuestros labios cálidos se encuentren.
Pero esta noche era distinta. Una presencia extraña, un sentimiento de incomodidad, una respiración de más. Un minuto bastó para elaborar nuestro plan, en nuestros ojos brillaba la complicidad, en nuestras manos caricias, en nuestro cuerpo deseo. Tú te alejaste de mí, tenía que ocurrir, sin embargo lo hiciste seduciéndome, haciéndote desear con la promesa: “--En un minuto nos vemos, te espero”. Te seguí con la mirada, hasta que la perfección de tu cuerpo se perdió en la oscuridad de una recamara.
Un minuto eterno, que se negaba a transcurrir, como si el reloj se vengara por el tiempo robado. Por fin el segundero con su paso cansado y parsimonioso escaló su sexagésimo peldaño. Me levanté en silencio, sigiloso. Caminé despacio, a ejecutar el plan que tú ya habías empezado a cumplir. Mientras caminaba observé al intruso que había irrumpido en nuestro espacio, escuché su respiración, toda la rabia que tenía hacia él desapareció, en cierta forma él era culpable de esta osadía que queríamos realizar. Caminé, y por fin llegué a la habitación contigua a la que tú ocupabas.
Mientras abría la puerta noté que el temblor de mis manos de la primera vez volvía a visitarme, junto con el latir incesante de mi corazón, lo entrecortado de la respiración y la sensación inigualable de sabernos cómplices. Cerré la puerta tras de mí y accioné el interruptor de la luz. Una rápida inspección: tu habitación a oscuras y la puerta que comunica ambas estancias ligeramente abierta, tal como lo planeamos.
Por ese espacio, la luz de mi habitación se filtró hasta la tuya y me reveló tu cuerpo desnudo, inmaculado, esperando por mí sobre la cama. Momentos de inacción, mi respiración se detuvo, el deseo al máximo, mares de emoción corrieron por mi cuerpo: miedo, ansiedad, deleite, asombro, deseo. Éxtasis total contemplando esa escena.
La respiración entrecortada, jadeante; el corazón dando tumbos en el pecho. Tu cuerpo desnudo tendido en la cama, la excitación en nuestros cuerpos y el deseo que se podía palpar en el aire. Con un gesto irrumpiste en mi éxtasis, me invitaste a tu lado, me diste luz verde para pasar. Llegué a tu recamara, el ambiente mágico era coronado con tu cuerpo dorado por la luz que lo irradiaba.
Sentí el temblor de tu cuerpo, miedo, deseo, excitación, complicidad. Nuestras bocas se volvían a encontrar y suplieron con total éxito la ausencia de palabras. Mi boca y mis manos hicieron un itinerario de viaje por tu cuerpo, como equipaje besos y caricias que se usaron a lo largo del camino: tu boca, tu rostro, tu cuello, tus pechos, tu vientre, tus piernas, tu sexo.
En este momento olvidamos el trascurrir de nuestro enemigo, no prestamos atención a los latidos de corazones ajenos a los nuestros, en el mundo solo había lugar para llenar todo el deseo que nos provocábamos el uno al otro.
La magia no hacía más que crecer. Y realizamos el milagro, convertimos dos cuerpos en uno solo, fundimos nuestros seres en la entrega confiada, decidida, enamorada. Nuestras caras transfiguradas por el placer, nuestros cuerpos entrelazados en una caricia total, nuestras almas unidas en un solo latir.
“Abracémonos más y una nube de paz quedará para siempre, quédate, mi cómplice…” (Alberto Plaza)
Se acercaba el momento de la despedida, justo cuando el reloj se convierte en nuestro enemigo, el momento en que combatimos con el tiempo y le ganamos unos minutos, los alargamos, nos adueñamos de ellos para que nuestras bocas se vuelvan locas de besos, para que nuestros labios cálidos se encuentren.
Pero esta noche era distinta. Una presencia extraña, un sentimiento de incomodidad, una respiración de más. Un minuto bastó para elaborar nuestro plan, en nuestros ojos brillaba la complicidad, en nuestras manos caricias, en nuestro cuerpo deseo. Tú te alejaste de mí, tenía que ocurrir, sin embargo lo hiciste seduciéndome, haciéndote desear con la promesa: “--En un minuto nos vemos, te espero”. Te seguí con la mirada, hasta que la perfección de tu cuerpo se perdió en la oscuridad de una recamara.
Un minuto eterno, que se negaba a transcurrir, como si el reloj se vengara por el tiempo robado. Por fin el segundero con su paso cansado y parsimonioso escaló su sexagésimo peldaño. Me levanté en silencio, sigiloso. Caminé despacio, a ejecutar el plan que tú ya habías empezado a cumplir. Mientras caminaba observé al intruso que había irrumpido en nuestro espacio, escuché su respiración, toda la rabia que tenía hacia él desapareció, en cierta forma él era culpable de esta osadía que queríamos realizar. Caminé, y por fin llegué a la habitación contigua a la que tú ocupabas.
Mientras abría la puerta noté que el temblor de mis manos de la primera vez volvía a visitarme, junto con el latir incesante de mi corazón, lo entrecortado de la respiración y la sensación inigualable de sabernos cómplices. Cerré la puerta tras de mí y accioné el interruptor de la luz. Una rápida inspección: tu habitación a oscuras y la puerta que comunica ambas estancias ligeramente abierta, tal como lo planeamos.
Por ese espacio, la luz de mi habitación se filtró hasta la tuya y me reveló tu cuerpo desnudo, inmaculado, esperando por mí sobre la cama. Momentos de inacción, mi respiración se detuvo, el deseo al máximo, mares de emoción corrieron por mi cuerpo: miedo, ansiedad, deleite, asombro, deseo. Éxtasis total contemplando esa escena.
La respiración entrecortada, jadeante; el corazón dando tumbos en el pecho. Tu cuerpo desnudo tendido en la cama, la excitación en nuestros cuerpos y el deseo que se podía palpar en el aire. Con un gesto irrumpiste en mi éxtasis, me invitaste a tu lado, me diste luz verde para pasar. Llegué a tu recamara, el ambiente mágico era coronado con tu cuerpo dorado por la luz que lo irradiaba.
Sentí el temblor de tu cuerpo, miedo, deseo, excitación, complicidad. Nuestras bocas se volvían a encontrar y suplieron con total éxito la ausencia de palabras. Mi boca y mis manos hicieron un itinerario de viaje por tu cuerpo, como equipaje besos y caricias que se usaron a lo largo del camino: tu boca, tu rostro, tu cuello, tus pechos, tu vientre, tus piernas, tu sexo.
En este momento olvidamos el trascurrir de nuestro enemigo, no prestamos atención a los latidos de corazones ajenos a los nuestros, en el mundo solo había lugar para llenar todo el deseo que nos provocábamos el uno al otro.
La magia no hacía más que crecer. Y realizamos el milagro, convertimos dos cuerpos en uno solo, fundimos nuestros seres en la entrega confiada, decidida, enamorada. Nuestras caras transfiguradas por el placer, nuestros cuerpos entrelazados en una caricia total, nuestras almas unidas en un solo latir.
“Abracémonos más y una nube de paz quedará para siempre, quédate, mi cómplice…” (Alberto Plaza)
10 comentarios:
cada que lo leo, siento la misma sensación, que impresionante forma de escribir!!!! cada día estas más cerca de cumplir tú sueño, felicidades!!!! te amo...
"Me hablas, me pierdo, me muero por un beso. todo lo que tengo es por ti, cada espacio de mi tiempo es para ti"
Le quedó muy bien, ya me imaginaba todo... jeje
¡Grande Benedetti! Me encanta ese poema, es uno de mis favoritos...
"Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada;
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro".
Qué éxito de poema...
¡Saludos!
Muy bueno Mario
Seguimos con los buenos gustos literarios jeje
Saludos
uuuuuuhhh que rico relato!!!!! si si rico!!!
Muy bueno!!!! sin palabras que agregar nada más que esta rico y excelente...
jejejejeje besos!!!! sigue deleitándonos así!
♥Gen♥ : Muchas gracias, tú mejor que nadie sabes lo que significa eso para mí. Te amo.
KagosaVampire: Gracias. Definitivamente, ¡grande Benedetti!, ese poema es uno de mis preferidos.
Saludos...
el culé: Muchas gracias. Tenemos buen gusto entonces.
Saludos...
Palas: Que bueno que te gustó. Espero seguir contanto con tu lectura.
Saludos...
Mmmm Hermoso,hermoso !!!!
Saludos
yo aquí siempre! me extraña! jeje
Idem
*°·.¸¸.° Heidy °·.¸¸.°*, Palas: Muchas gracias, esos comentarios viniendo de ustedes que escriben tan bien son todo un honor.
Saludos...
Bastante bueno lo que escribiste Mario!! Esta literatura de amor, te quedó bastante inspirada!!! Felicidades!! ;-)
Yessenia: Muchas gracias (un poco tarde), pero gracias por la lectura y el comentario.
Saludos...
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